UNA CITA MENSUAL INELUDIBLE PARA LOS AMANTES DEL VINO
Desde hace algo más de un año y siempre fieles a su cita mensual, en el restaurante Quatreportes de San Vicente del Raspeig se llevan a cabo unas interesantes cenas temáticas, donde el vino y la gastronomía se cogen de la mano y hacen las delicias de los presentes, mientras que destacadas personalidades del panorama enológico alicantino ofician como maestros de ceremonias en un simbólico matrimonio donde, siempre atendiendo a una región o a un grupo de alimentos concretos, se materializa la unión entre un estudiado grupo de platos, que cubren con creces las expectativas de cualquier gourmet y una cada vez más cuidada y selecta batería de vinos, elegidos por Jose Ramón Gómis con muy buen criterio para que la unión sea perfecta. Lo interesante de estas cenas es que están abiertas a todo nivel de conocimiento previo sobre el mundo del vino, ya que de hecho se puede ver disfrutar mano a mano tanto al neófito como al sumiller reconocido que esa noche se deja caer para darse un homenaje y de paso ponerse al día. Debo reconocer que aunque cambiante, el grupo es exquisito y acoge con los brazos abiertos a nuevos navegantes.
El pasado miércoles 13 de abril tuve la ocasión de ejercer de maestro de ceremonias y disfrutar de la gastronomía catalana junto a una serie de vinos bastante representativos de la nueva tendencia que está llevando al vino catalán un peldaño más arriba de lo que ya estaba en la pasada década. Se probaron creaciones de importantes personalidades en el mundo enológico a nivel nacional, tales como el Dido de Sara Pérez de Venus la Universal, Raül Bobet con su Thalarn, dos nuevos monovarietales blancos de Jaume Gramona, un interesante Equilibrist de Francesc Martí, sin olvidar al grupo humano que hay detrás de todo un “clásico moderno” del Priorat como es el Onix Evolució (hay que reconocer que éste último chirrió un poco al batirse con el resto de vinos, de una a todas luces superior factura).
En el apartado de gastronomía, de mano de Vicente Fuentes y su equipo de cocina se empezó a hacer boca con una coca de escalibada con las exquisitas anchoas de La Escala y un pa amb tomaca con longaniza payesa, para pasar a unos fideos rossejats de excelente factura y horneado justo, que nos prepararon el paladar para disfrutar con un excelente suquet de pescado, finamente elaborado y perfectamente guarnicionado, del que destacaría su original nube de polvo de avellana. Tras el pescado pudimos disfrutar (nunca mejor dicho) de unos canelones de carne trufados, que hicieron arrancar más de una exclamación a los comensales. El postre no se quedó atrás y consistió en un amanzana asada rellena de crema catalana y crujiente de frutos secos, que armonizó de maravilla con el último de los vinos: Un Vino de hielo de la variedad Gewurztraminer que nos dejó un impresionante sabor de boca. La forma en que se combinó cada plato con un vino en concreto lo dejo para los que estuvimos allí presentes y así hago funcionar la imaginación del lector, que sin duda ya se habrá planteado su maridaje ideal.
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