UN POCO DE HISTORIA Y ORGULLO ALICANTINO
Si fuera francés, sería uno de los vinos más cotizados del mundo. Si hubiera nacido dentro de la zona de influencia del imperio británico, el oporto no sería hoy lo que es. Si lo tuvieran en… pues bien, lo teníamos nosotros… y en su día lo dejamos morir. Resucitó sin pompa y casi en silencio, gracias al callado esfuerzo de unos pocos románticos y ahora forma parte otra vez de nuestra historia viva.
Hay que dar la razón a los que opinan que no volverá a ser el que fue, no porque el actual carezca de calidad, sino porque el terruño que lo vio nacer, junto al mar en la huerta alicantina, ya no está alfombrado de viñas de esa monastrell que sacaba su carácter único y marinero a golpe de yodo y salitre. Ahora al terruño lo alfombran bungalows, greens, feeds y demás anglicismos o modalidades inmobiliarias varias. No puedo imaginar a nadie, por mucho amor a lo nuestro y posibles que tenga, plantando un viñedo en plena Condomina. El fondillón que hoy conocemos es una versión actual y de tierra adentro, con los matices que ello conlleva. Ni mejores ni peores, pero distintos al fin y al cabo.
Buceando un poco en su historia, nos remontamos hasta el siglo XV, donde ya se tiene constancia de que el denominado vino rancio de Alicante goza de merecida fama allende nuestras fronteras, con lo que esto supone para una época en la que, como todos comprenderán, el marketing, la televisión e internet no funcionaban tan bien como ahora. Era conocido y alabado por reyes y personajes ilustres en lugares tan dispares como Francia, Inglaterra o Japón. Incluso tuvo el honor de acompañar a Magallanes en la primera vuelta al mundo en barco de la historia. Hubo un tiempo en que Alicante era nombre de vino como hoy lo puede ser Rioja, Oporto o Madeira.
Es de justicia reconocer la obra de Salvador Poveda padre, miembro de una saga de bodegueros de Monóvar, quien recuperó el último tonel de fondillón que existía y ha evitado que los que hoy poblamos esta terreta nos fuéramos al otro barrio sin haber saboreado nuestro monumento líquido, como me gusta llamarlo. Otros bodegueros de renombre como Gutiérrez de la Vega, innovando a partir de la base más tradicional y alicantina “de costa”, están logrando darle fama y caché a una modalidad digamos que algo menos tawny y más vintage de Fondillón.
No estaría de más que todos los alicantinos probaran al menos una vez en su vida una copita de Fondillón, aunque sólo fuera por el hecho de saber que han participado activamente en la recreación de una etapa sublime de nuestra historia. Sería bonito instaurar la costumbre de celebrar alguna fecha señalada de nuestra vida brindando con una copita de nuestro mejor vino. Parecerá utópico, pero si hemos conseguido atragantar con doce uvas a toda una nación, que no podremos hacer, a nivel doméstico por perpetuar un vino tan especial.
No me alargo más reseñando las características ni los múltiples maridajes del Fondillón de Alicante, pero si hago un llamamiento: Pásese por su tienda o su restaurante, déjese aconsejar por los magníficos profesionales que tenemos en nuestra provincia y descubra una joya que afortunadamente sigue entre nosotros. Aproveche ahora, porque quién sabe si mañana vuelve a ser vino de reyes y tenemos que hipotecar la casa para poder tomar una copita a los postres.
3 comentarios:
Emociona el texto. Llega al alma. Sólo un comentario: pobre Condomina. No se merecía acabar así después de lo que nos dio durante muchos siglos.
Emociona el texto. Llega al alma. Sólo un comentario: pobre Condomina. No se merecía acabar así después de lo que nos dio durante muchos siglos.
Gracias Agustín. Ya no es tiempo de lamentarnos por lo que perdimos, pero sí que podemos esforzarnos en no perder lo poco que tenemos de patrimonio cultural y etnográfico alrededor de Alicante. No todo va a ser malo y con la crisis del ladrillo, al menos sabemos que no destrozarán mucho más para urbanizar (por ahora).
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