¿Vuelven las aguas a su cauce?
Los gurús imprimen un giro a la tendencia.
Soplan
nuevos vientos para la viticultura española. Al parecer el huracán Parker ha amainado
o más bien ha cambiado de dirección y se le está inyectando algo de lógica y
cordura al concepto del vino, visto como elemento de expresión de un territorio
y una idiosincrasia concreta y localizada.
Me
alegra ver como los buscadores de puntos vuelven la vista atrás en el tiempo y
recuperan esos viejos conceptos que un día hicieron grandes a los vinos de su
zona. Hoy se fomenta la presencia y por ende la inclusión en sus vinos de
variedades autóctonas, mientras se rebaja en parte la graduación alcohólica y se
les libera de esa sobrecarga extractiva y tánica que llegaba a convertirlos en verdaderos
polvorines, tan sólo comprensibles para ciertos entendidos que fuesen capaces
de desactivarlos sin que les estallasen en plena boca. Esto último se perdona,
porque para gustos están los colores, pero lo imperdonable ha sido la
estandarización mundial del vino con el consiguiente abandono de ciertas
variedades y estilos vinícolas que serán difícilmente recuperables.
Desde
aquí me adhiero al cambio de tendencia y agradezco la labor de aquellos viticultores
que han mantenido sus creencias y sus vinos bien apegados a su tierra y los han
protegido de vientos y gurús, aún a costa de sufrir verdaderos varapalos en
ciertas guías un año sí y otro también. Es admirable como calladamente han
mimado y salvaguardado las castas de sus abuelos, a veces de forma
verdaderamente quijotesca. Tras innovar, invertir e investigar (I+I+I), han
llegado a la conclusión de que el terruño y sus raíces culturales pueden más
que las modas pasajeras, pero sin llegar a caer en las posturas radicales y
ultra ortodoxas de otros, que a mi parecer se han pasado de frenada. Como casi
siempre en el medio está la virtud y quien haya sabido sacar ciertas
conclusiones positivas de la pasada época y sepa reconducirlas al “nuevo” concepto
vinícola, tendrá un buen futuro en estos tiempos inciertos.
Sirvan
de paso estas líneas como homenaje y reconocimiento a la abnegada labor de
personas como Toni Sarrió, Pepe Mendoza, Pablo Calatayud o Rafa Bernabé, haciéndolo también extensivo a todos aquellos
que al igual que éstos, consiguen emocionarme cuando pongo una obra suya en mis
labios.
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