VINO DORADO DE RUEDA
Seguimos descubriendo y catando vinos históricos, hasta cierto punto olvidados y sin duda alguna desconocidos por el gran público. El otro día me hice con dos botellas de Vino Dorado de Rueda. Tenía tres para elegir, pero el precio de uno de ellos era tan bajo con respecto a los otros que no me decidí a comprarlo. Soy de los piensan que nadie da duros a 4 pesetas. He probado el Dorado de Alberto y el Carrasviñas de Félix Lorenzo Cachazo.
¿En Rueda hay algo más que blancos jóvenes de Verdejo? Haberlos haylos. Creo que hay tintos y rosados amparados por la D.O., dulces, espumosos y hasta frizzantes. He catado grandes verdejos envejecidos en barrica que hacen que mantenga la fe en la variedad, si se la respeta y trata como es debido (o sea, una vez de cada cien) y algunos Sauvignon Blanc muy dignos. Lo que sí había estudiado en su día pero no había probado, eran los célebres vinos Dorados de Rueda. Los profesores nos decían que eran vinos antiguos, de gran fama, que desaparecieron en su día y sólo se mantenían de forma testimonial en alguna bodega de la comarca, vendiéndose a granel a vecinos y conocidos. ¿Os suena la canción? Desgraciadamente la ponen mucho en Radio Piel de Toro.
El vino dorado de Rueda, o de Alaejos, o de Medina (del Campo), como se lo conocía en tiempos de los Reyes Católicos, que eran verdaderos fans de este vino, proviene de la uva Verdejo en el mejor de los casos o mezcla con algo de la por fortuna cuasi extinta Palomino Fino que invadió la zona en 1.930 buscando el “cantidad Vs calidad”. Una vez vinificado, se encabeza con alcohol vínico a unos 15 ó 17 grados, según la bodega, pasándose a garrafas de vidrio conocidas como damajuanas, de 1 arroba de capacidad (16 litros) y se colocan en campas a la intemperie castellana durante al menos 1 año, con lo que adquieren un color y unas características de oxidación y “enranciamiento” muy característicos. No en vano hablamos de una amplitud térmica en la comarca que puede ir desde los -10ºC en invierno a los + 39ºC en verano en el mejor de los años. Una vez finaliza este periplo pasan a envejecer en barrica de roble durante al menos dos años, en los que se emplea el sistema de criaderas y soleras que todos conocemos de Jerez (aunque ahora reivindica su paternidad la vecina Sanlúcar). Pasado ese tiempo se saca un pequeño porcentaje de la barrica de solera y se embotella tras el filtrado de rigor.
¿A qué huele y sabe este vino? En nariz tenemos notas de frutos secos, maderas muy pulidas y ceras de sacristía, algo punzantes por el alcohol, que configuran un aroma de “vino noble”.
En boca hay potencia y sequedad, gran volumen, mucho peso y un paso denso pero nada pesado, donde el alcohol se conjuga a la perfección con la acidez y esos recuerdos de la primera fase que nos llegan por retronasal. No hay fruta ni se puede encontrar característica varietal alguna; ha desaparecido en beneficio del conjunto oxidativo y hábilmente ennoblecido que, salvando las diferencias, nos lleva a encontrar similitudes con los vins rancis catalanes, los olorosos de Montilla-Moriles o los del Condado de Huelva.
Bravo por Rueda y por sus gentes, que han sabido conservar y revivir una de nuestras joyas vinícolas. No seáis tímidos y probadlo ahora que todavía son asequibles, porque me ha dicho un pajarito que en Japón y en el norte de Europa están gustando mucho y lo ven muy barato. Ahí lo dejo. Ya lo avisé con el Fondillón de Alicante y mirad lo que pasó.
https://www.vinosdemedina.es/historia.html
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