miércoles, 30 de noviembre de 2011

BODEGAS ALONSO DEL YERRO EN EL CORTE INGLÉS DE ALICANTE



ASECA EN LA CATA DE ALONSO DEL YERRO
    
 En la tarde del 29 de noviembre se llevó a cabo en el Corte Inglés de Alicante la presentación de los vinos de la bodega Alonso del Yerro, patrocinada por comercial Anforae e impecablemente organizada por el presidente de ASECA y responsable del centro, Javier Aparicio, quien junto al sumiller de la casa Germán Alguacil Varona, también miembro de la asociación, hizo posible que los asociados tuviéramos la ocasión de conocer tanto los vinos de esta singular bodega, como a las personas que los han hecho posible.

     El periodista y experto mundial Juancho Asenjo fue el encargado de conducir la presentación y posterior cata, siendo presentado por el matrimonio fundador de la bodega, María del Yerro y Javier Alonso, los cuales hicieron patente su filosofía y su forma de ver y sentir el vino. Recordaron cómo fueron los comienzos del proyecto, allá por el 2.002, cuando decidieron abandonar sus respectivas carreras profesionales e imbuirse de lleno en la viticultura, buscando de este modo una forma de transmitir un legado, que serán sus hijos los encargados de perpetuar.

     Eligieron una zona de la Ribera del Duero y en palabras de Juancho, supieron hacer las cosas bien, al empezar la bodega por el campo, empleando la primera parte del tiempo a regenerar la tierra de las 26 hectáreas que poseen, que por aquel entonces contaba con viñas de 15 años de edad. Se recuperó la tierra, que en aquella D.O. suele estar bastante quemada por el empleo indiscriminado de fitosanitarios y productos de síntesis. Estos últimos habían eliminado casi por completo la microfauna y flora del suelo, que es lo que realmente supone un valor añadido al terruño y marca la diferencia. Para su proyecto contaron con el asesoramiento de los franceses Claude Bourguignon y Stéphane Derenoncourt, quienes pusieron en práctica su filosofía de obtener de cada parcela un vino que refleje el suelo de donde procede.


     Los propietarios dejaron patente el carácter familiar de la bodega, con detalles como el poner a las fincas y pagos el nombre de sus hijos o el de tener los depósitos también personalizados con nombres de personas cercanas en vez de números. La marca en sí refleja también los apellidos de los hijos, e incluso el vino de Toro debe su marca al logotipo que hizo de su nombre el menor de sus hijos, cuando tenía 8 años. Estos detalles separan un vino meramente comercial de un proyecto con alma y trasfondo. Esto es de agradecer por quién busca en su copa algo más que lo que se puede percibir físicamente.

     Ya metidos en aspectos técnicos, el viñedo se encuentra a una altitud de entre 600 y 900 metros, lo que ayuda a que la uva madure más lentamente que en cotas bajas, teniendo las viñas destinadas al “Alonso” un rendimiento de unos 30-35 hl. Por ha. y las del “María” unos 28-30 hl./ha. Los suelos cuentan con gravas, arcillas y calizas, siendo bastante profundos y contando con un marco de plantación de unas 4.000 ó 4.500 plantas por ha. , todo ello conducido en espaldera.


     En cuanto a la vinificación, la máxima es: “Que la bodega no destruya todo lo que has trabajado en el campo”. Se realizan fermentaciones respetuosas, a baja temperatura y prolongadas en el tiempo, empleando crianzas donde no predomine la madera sobre la fruta, dándole para ello poca barrica nueva, a excepción del “María” que lleva un porcentaje mayor. Sus vinos están hechos para durar en el tiempo un mínimo de 8 ó 10 años para poder disfrutar con su evolución y si un año no hay uva de calidad, el “María” no sale al mercado.

     Respecto a su incursión en Toro, la finca de 12 ha. adquirida en 2.007, cuenta con viñas en vaso de hasta 80 años de edad, estando situada en una zona donde el ciclo vegetativo de la vid es bastante corto. Tiene un exiguo marco de plantación de unas 910 viñas por hectárea y un rendimiento también bajo, de unos 2,5 kilos por cepa. Su vino se fermenta en tina y lo hace a muy baja temperatura, para huir de los tonos animales tan propios de la variedad cuando se vinifica con prisas. Pasa 15 meses de crianza en barrica antes de ser embotellado.

     Como colofón a la cata de cada uno de los vinos, cercana y participativa, donde los asociados pudieron plantear libremente todas sus cuestiones y “exprimir” la sabiduría de Juancho, fueron obsequiados con un aperitivo con el que maridar estos excelentes vinos.


NOTAS DE CATA

ALONSO DEL YERRO 2.009

En vista se presenta rojo picota muy cubierto de capa y con un ribete estrecho y azulado. Lágrima muy abundante y ligeramente coloreada.

En nariz sentimos un primer contacto de fruta del bosque ligeramente acídula (grosellas, moras y arándanos) que da paso a un clavo muy marcado combinado con balsámicos y anisados (barra de regaliz negra). Un ligero toque pizarroso nos recuerda al terruño, entremezclado con los tostados de la crianza.

Reposado el vino tras 10 minutos en copa, la nariz no cambia demasiado, manteniendo los frutos azules y añadiendo solamente unas notas a laurel y monte bajo (tomillo, jara) que no aprecian al servirlo. La fruta mantiene ocultas unas especias que intentan salir pero todavía no se manifiestan.

En boca tiene una entrada muy fresca y algo golosa; amable. El paso es denso y da peso en boca, pero al instante un tanino fuerte se apodera y ofrece bastante astringencia “en punta de boca” desde el primer instante. En el centro tenemos la misma fruta acídula con un ligero toque licoroso y unas elegantes notas florales por retronasal (rosa). El final nos trae un posgusto bastante largo, donde la fruta parece cambiar y ofrece una cara más madura y amable, que se combina a la perfección con unos amargores finales bastante marcados.

En conclusión nos vemos ante un vino potente y pidiendo tiempo y botella, aunque ya deja ver una gran estructura, que si no hay contratiempos, derivará en un conjunto bastante equilibrado y elegante. La añada también le ayudará a ser grande.



ALONSO DEL YERRO 2.008

En vista se presenta rojo guinda con un ribete picota bastante estrecho, teniendo una capa media-alta. Lágrima abundante y gruesa.

En nariz tenemos una primera oleada de fruta roja no demasiado madura, seguida de una combinación de especias de la crianza (pimienta negra, mucho cacao y algo de regaliz). Alguna nota terrosa redondea la nariz, sin que aparezcan tonos olfativos amaderados.

Reposado y ya abierto el vino tras 10 minutos en copa, la nariz cambia por completo y se apoderan de ella unos tofees, cacaos y torrefactos bastante marcados. Por encima se distinguen notas de clavo de olor y algo de canela.

En boca tiene una entrada seca y bastante fresca en cuanto a acidez, con un paso fluido y con un leve “agarre” por los taninos en punta de boca. El centro, a diferencia de la nariz, da fruta roja bastante madura, sin empalagar, arrojando por retronasal flores azules (lirio, violeta) y corteza de naranja. El alcohol no despunta del conjunto y la madera sigue dando sólo sus notas especiadas más interesantes sin apoderarse del conjunto.

Catado a los 10 minutos, la boca se templa, la fruta se vuelve algo más madura y se deja envolver por las especias de la madera.

El final de boca es medio en cuanto a duración, con un buen equilibrio entre hollejo maduro, amargos finales y leves recuerdos ahumados.

Resumen: Potencia, cuerpo, elegancia y comienzo de equilibrio.



MARÍA ALONSO DEL YERRO 2.009

En vista se presenta rojo picota, negruzco, muy cubierto de capa y con un estrecho ribete amoratado. Se ve algo opaco y falto de brillo debido a la gran materia colorante disuelta en suspensión, sin que esto llegue a ser un defecto, sino más bien un síntoma de buena extracción y juventud. Lágrima gruesa y muy abundante, con bastante color.

En nariz vemos un equilibrio complejo entre fruta negra muy madura (ciruelas, arándanos) y mineralidad (terracota mojada y grafito). Cuesta discernirlos del conjunto pero al minuto se disocian un poco para volver a entremezclarse con notas de pimienta negra, café y cacaos. Me sorprende agradablemente esta nariz cambiante que trae las sensaciones en oleadas alternas.

Al dejar la copa reposar unos 10 minutos. Los minerales se intensifican y aparecen unas ligeras notas lácticas entremezcladas con los tostados (caramelo werther). Una ligera nota alcohólica que despuntaba levemente al principio se apacigua y comienzan a aflorar notas de monte bajo (orégano, pebrella) y tierra mojada.
En boca presenta una entrada bastante fresca y amable. El paso  es denso y amplio, casi abierto en cuña. El vino pesa en la boca y se muestra sedoso en su paso hasta llegar al centro, donde se distinguen frutas en licor bastante maduras, tostados y especias por retronasal (nuez moscada y clavo). El final es largo y equilibrado, no despuntando ni amargores ni notas licorosas, pero nos aparece bruscamente esa lógica astringencia que debe tener, propia de su juventud y extracción y que extrañamente no se presentaba “en punta”. Ha esperado al final para manifestarse, denotando que proviene de taninos de fruta madura y madera con buenos tostados.

En resumen tenemos un futuro gran vino que cumple todos los requisitos para situarse entre los grandes tempranillos de la Ribera del Duero. Si continúa la trayectoria evolutiva que lleva, en 3 ó 4 años podremos empezar a disfrutar del equilibrio perfecto. Estructura, potencia y elegancia no le faltan. Paciencia y botella.



PAYDOS 2.008

En vista se presenta negro azulado, con una capa altísima y muy cubierto. El ribete es muy fino y con tonos rubís. Esta ausencia de azules en el ribete llama la atención, dada la variedad y la añada. Limpio y brillante, con lágrima gruesa y espesa, de caída lenta que tinta la copa.

En nariz la fruta roja madura que presenta se ve literalmente sumergida bajo notas de tinta china, tierra mojada y humo. Recuerda al licor de cassis y a la grosella negra. La madera, a excepción de los empireumáticos propios del tostado, no se aprecia en el conjunto olfativo.

Al dejar la copa reposar unos 10 minutos. Aparece pimienta, terracota y grafito. Se vislumbra fruta sobremadura pero sin notas de pasificación (se adivina acidez en su fruta). Sigue habiendo muy poca madera y mucho hinojo. Se distingue un leve toque de cuero limpio.

En boca tiene una entrada bastante fresca y seca, ligeramente cortante. El paso es glicérico y ampuloso, entrando en cuña y abriéndose paso “a empujones” hacia el centro, aunque todavía se agarra un poco a la encía por su contenido tánico. Ya en el centro de boca, se presenta muy frutal y ligeramente ahumado, ofreciendo notas florales de lirio y violeta por retronasal. Un ligero despunte alcohólico se vislumbra a medida que el vino se atempera en la copa, recordando a un licor de guindas aguardentoso. El final es muy largo, manteniendo un recuerdo muy agradable donde ya no hay amargores ni sensación alcohólica, sino que tiene la habilidad de dejarnos con el recuerdo a fruta madura y hollejo sano.

En conclusión nos encontramos ante un digno representante de los toros de calidad, donde los elaboradores, que tienen la fruta y la madurez aseguradas, buscan ese toque de elegancia y sutileza que desbrave un poco a la fiera, resaltando sus matices más ocultos y lo diferencie de los que están trabajados mas burdamente. En un par de años, si no aparecen los temidos aromas animales, sin duda tendremos un vino de Toro que nos hará pasar muy buenos momentos.







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