GRANDE POR DERECHO PROPIO
Vino que ha estado con crianza bajo velo de levadura entre 8 ó 9 años para pasar después 4 ó 5 años en crianza oxidativa.
Vista. Amarillo dorado muy subido, limpio, brillante y con destellos cobrizos.
Nariz. Algo “gorda”, oleosa (aove), herbácea, cítrica (mandarina), con claras notas a lacas y una mineralidad muy marcada, sorprendente de hallar en este tipo de vinos. Las notas del velo flor siguen muy presentes. Tiene maderas muy sutiles y limpias. Tras reposar, nos ofrece un recuerdo a tabaco rubio bastante marcado.
Boca. Entrada seca sin excesos, con un paso corpulento y expansivo que va creando cierto peso en boca. El centro de boca es enormemente complejo y demuestra un perfecto equilibrio sensorial producido por sus dos orígenes. Ofrece por retronasal frutos secos (almendra), madera de cedro, cera de abeja, hierbas medicinales (mejorana y tila) y notas terrosas. El final es muy largo y deja un recuerdo a madera y regaliz algo dulzón y desconcertante, pero no por ello menos elegante.
Conclusión. Juan Manuel Hidalgo, su creador, lo considera un amontillado joven, cuando lo compara con su hermano mayor El Tresillo 1.874, que ya cuenta con 45 añazos a sus espaldas. Una vez catados los dos, en nada se parecen y pienso que cada cual tiene su lugar dentro de la excelsa gama que ofrece esta bodega jerezana. En mi opinión este vino, que de joven tiene poco, saca mucho partido de esos 14 años que ya lo hacen maduro, serio y pleno, pero que a su vez mantiene esa chispa y esa vida que nos aportan las todavía presentes notas de crianza biológica, magistralmente complementadas con la senectud y el carácter “rancio” que le otorga su paso por crianza oxidativa.
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