Zonificación. Detrás de esta
palabra se esconde el sueño de muchos viticultores y amantes del vino:
Clasificar el viñedo por zonas concretas, pagos, crus, parcelas o fincas,
otorgando distintas puntuaciones o categorías al viñedo en sí, atendiendo a sus
características diferenciales, yendo mucho más allá del concepto “geográfico” Denominación
de Origen o Subzona.
Este sistema se lleva a cabo en
las más prestigiosas zonas vinícolas de Francia desde hace más de un siglo (Burdeos,
Borgoña, Champagne) y no les ha ido precisamente mal. Puede ser una
clasificación algo liosa para el consumidor no instruido, pero ayuda a que el
viticultor se esmere en obtener y mantener su categoría, enriqueciendo a la
larga el vino y su cultura.
Trasladar el fenómeno al
panorama vinícola español, según grandes expertos (y un humilde servidor) es
poco menos que imposible, al menos en el contexto actual, porque erróneamente se
puede interpretar como un intento de dinamitar la labor englobadora y
protectora de las denominaciones de origen actuales, cuyo esfuerzo de años ha
sido dar a conocer una marca territorial y colocarla en el panorama nacional o
mundial precisamente como un todo.
Díganle ahora a un bodeguero de Cenicero
o de Roa que exporte su vino con otra nomenclatura en la que no aparezca la
palabra Rioja o Ribera de Duero. Si la calidad y tradición se lo permiten,
podría arriesgarse a empezar de cero, pero al 90% de los productores les daría
una taquicardia con sólo pensarlo. Por desgracia hay mucha falta de calidad,
franqueza y tipicidad agazapada detrás de una contraetiqueta, y caso de que el
concepto prosperase, se verían desnudos frente al mercado y relegados a una
pérdida de categoría que quizá en justicia nunca debieron tener.
Si que es cierto que la
diseminación del viñedo español es un hecho y sirva como muestra el aumento del
número de D.D.O.O. que aparecen cada año, a lo que hay que sumar la tendencia al
abandono de las mismas por parte de bodegueros que no quieren ver su obra condicionada
a golpe de boletín oficial. Es un comienzo, pero de ahí a que ocurra lo que
postulan los defensores de la zonificación, va un trecho demasiado largo.
Para acabar de una forma
desenfadada, debo reconocer que la palabra zonificación será
etimológica y semánticamente correcta, pero me parece poco afortunada a la hora
de divulgar el concepto: Por un lado la veo demasiado técnica (al profano todo
lo técnico en el vino le suena a polvos y a química) y por otro se parece mucho a otra. Ya
me veo algún artículo escrito a golpe de
corrector ortográfico con el sugerente título: “La zombificación del viñedo riojano
se extiende a otras provincias”.
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