sábado, 11 de junio de 2011

VERTICAL BARÓN DE CHIREL EN EL CORTE INGLÉS DE ALICANTE



VERTICAL BARON DE CHIREL EN EL CORTE INGLÉS DE ALICANTE

     El sumiller de la casa, Germán Alguacil, organizó y presentó de forma impecable una cata vertical protagonizada por los buques insignia de Bodegas Marqués de Riscal, en la que el invitado de honor fue Luis Hurtado de Amezága, director técnico de la firma y descendiente de sexta generación del que fuera fundador de la bodega, allá por el 1.860.

     La disertación comenzó con un recorrido histórico, donde se hizo patente el desarrollo de los vinos riojanos desde sus comienzos hasta el día de hoy, a través de fechas que marcaron las distintas inflexiones en la calidad de los vinos:

- El lanzamiento al mercado del primer vino embotellado en España, allá por el 1.862, con el cambio de concepto que supone pasar de vinos del año a granel, a vinos envejecidos en barrica y etiquetados al estilo “francés”.

- La aparición de la filoxera y replantación del viñedo a principios del siglo XX, con la consiguiente falta de calidad en los vinos riojanos desde 1902 hasta mediados de los años 30.

- La masificación clonal de los años 60 y 70, unido a la plantación de viñedo en tierra fértil y la importancia del peso del racimo frente a la calidad, lo que marcó lo que muchos conocen equivocadamente como el estilo riojano “clásico”.

- La vuelta, a finales de los años 80, a vinos de otra personalidad en los que se pretende plasmar el espíritu primigenio de los caldos que hicieron grande la zona en su día. Llegados a este punto, me veo obligado a apostillar que, hasta ahora no lo habrán ido haciendo tan mal como se pretende reflejar, cuando la “marca” Rioja ha sido y es una de las más conocidas a nivel mundial, en cuanto a vinos de calidad se refiere.

     Por último y antes de entrar en la cata propiamente dicha, Luis Hurtado dio unas pinceladas de lo que viene siendo el proyecto actual de su bodega, haciendo hincapié en la creación de vinos en otras zonas de calidad tales como Rueda o Ribera del Duero (bajo la marca 1.860, monovarietal de tempranillo plantado en san Román de Hornija y embotellado en Rueda. Sale como vino de la tierra de Castilla León), la creación de vinos de corte actual como el Finca Torrea (rioja) o el Finca Montico (rueda) y la reciente adquisición de las bodegas y las fincas de Marqués de Arienzo, desde donde pretenden lanzar a mediados del mes de Julio el primer Rioja Crianza de la firma.
     Metidos en harina catadora, se presentaron seis añadas del mítico Marqués de Chirel, concepto proveniente de lo que en la familia siempre han conocido como “Reserva Medoc”, que era el vino de reserva elaborado con la mejor tempranillo del año, combinada con cabernet sauvignon (variedad presente en la bodega desde 1.860). En 1.986 deciden sacarlo al mercado, donde aparece puntualmente sólo en los años en que la calidad de la cosecha lo hace posible.

     Las muestras consistieron en un 1.994, 95 y 96, un 2.001, un 2.005 y un 2.006, éste último de futura aparición en el mercado, con lo que el abanico de edades, tendencias, cambios de madera y años climatológicos, quedó suficientemente plasmado.

     Como conceptos técnicos comunes, decir que suelen tener una crianza en barrica de entre dos y tres años, que se realizan 4 trasiegos el primer año y uno cada 6 meses durante el resto y que suelen reposar en botella un par de años antes de salir al mercado. El terreno de las parcelas que lo alimentan, casi todas en la zona de El Ciego (aunque bajan más en años de poca madurez) es preeminentemente arcilloso calcáreo. Vamos a ver cada añada de una forma algo detenida:




1.994

Fue un año seco donde la vendimia se llegó a adelantar a primeros de septiembre (una de las más tempranas de las que se tiene constancia), en la que la uva estaba relativamente inmadura, pero con un potencial alcohólico de 14º. El coupage fue de un 55% tempranillo y un 45% cabernet sauvignon y tuvo una crianza de 26 meses en roble americano del que sólo un 25% era madera nueva.

Destacar la vida que presentaba, lo subido de la capa y la patente falta de carga frutal en relación a la acidez tan viva y a los aromas tan nobles de la crianza (maderas, cacao, tabaco y muchas especias).


1.995

Otra añada clasificada como excelente, también relativamente seca en el periodo de maduración, donde el coupage lo conforma un 60% de Tempranillo y un 40% de C.S., con 25 meses de barrica americana.

La presencia es algo más evolucionada que el anterior, siendo la entrada menos fresca, pero sin embargo en el centro de boca se ve un aumento de la presencia de fruta y contenido alcohólico. El posgusto también muy largo y con la aparición de un amargor final que a partir de éste sería común al resto de los vinos catados.


1.996

Destaca la capa tan alta y la poca evolución que presenta en el ribete todavía rubí. Algo neutro en cuanto a intensidad olfativa, incluso aireando la copa. El coupage lo conforma un 54% de Tempranillo y un 46% de C.S.

En boca se presentaba con una entrada incluso algo golosa, teniendo un paso muy amplio, expansivo y carente de aristas. El centro ofrecía lo que se debe buscar en este tipo de vinos: Un equilibrio casi perfecto entre los parámetros Alcohol, Acidez y Fruta madura. En retronasal aparece alguna nota especiada (pimienta, mostaza) y algo de carbón vegetal. El posgusto muy largo y mantenido, dando ya alguna nota de hollejo maduro que en los dos anteriores no aparecía ni de lejos.


2.001

Añada en la que curiosamente se alcanzó antes la madurez fenólica que la alcohólica, debido a un año fresco y con ausencia de sol. La situación se salvó una semana antes de la vendimia cuando entró un viento cálido del sur que hizo subir el grado de 11 a 13º en sólo tres días. El coupage lo conforma un 85% de Tempranillo y un 15% de C.S., con 21 meses de crianza, todavía en roble americano.

Lo que destacaría de este vino, cuya nariz no fue muy intensa y daba notas amaderadas, sería el paso de boca donde se vislumbra un vino con mucho peso y presencia en boca, con algo de “agarre” por unos taninos que a mi juicio van a dar larga vida al vino, en sustitución de una acidez que veo algo baja para este tipo de vinos y en comparativa con los catados anteriormente. En el centro se apodera la fruta y una agradable sensación alcohólica, confirmándose la falta de acidez. El posgusto eterno, amargoso, con una sensación mordiente, como de hollejo "algo verde".


2.005

Esta añada repite el coupage del anterior (85%Temp. Y 15% C.S.) y estrena un cambio de concepto respecto a la madera de crianza, ya que pasan al roble francés Allier. A partir de esta añada se rebaja la producción de botellas para intentar que todos los años haya Barón de Chirel en el mercado (10.000 botellas), ampliando la zona geográfica donde buscar la parcela que haya sido agraciada por la climatología ese año.

En vista ya no se distingue evolución alguna, siendo muy subido de capa y con un ribete estrecho y algo azulado. La nariz, para seguir con la tónica, es poco expresiva y da algunas notas de compota y licor de guindas. En boca sorprende lo seca y fresca que es la entrada en relación a lo que vaticinaba la nariz. El paso amplio y aterciopelado, distinguiéndose unos taninos de lo más sanos y poco mordientes. El centro hace honor a la nariz y se ve abusivamente frutal y alcohólico, pero con unos matices elegantes y sutiles que te hacen entender que no te encuentras ante una bomba frutal de estilo mediterráneo. En cuanto al posgusto, en la línea. Muy largo y amargoso, dejando una sensación algo rasposa.


2.006

Este vino todavía no está en el mercado y promete en mi opinión bastante más que el anterior. La línea y crianza se asemejan, pero a diferencia, ofrece una nariz intensa, donde particularmente distinguí alguna nota mineral (pizarra, grafito), aunque su creador insistió en que sólo el 95 daba alguna nota de ese tipo. Cerezas en licor y tostados serios y agradables. La boca sigue siendo una bomba de fruta, pero no peca de madureces dulzonas ni de puntas alcohólicas. En retronasal nos trae madera de cedro, pimienta y algún balsámico. El posgusto es el único parámetro que nos podría indicar que unos años en botella no le van a hacer ningún mal, ya que los taninos son algo vivos y mordientes de más.




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