EN SUS MANOS ESTÁ EL QUE SE RECONOZCA LA TIPICIDAD DE UN VINO MILENARIO
Recuerdo con añoranza cuando de niño acompañaba a mi padre a comprar vino en la bodega del barrio y veía esos grandes toneles donde el bodeguero había escrito con tiza “vino del campo”. Me encantaba ese color dorado ambarino que tenía y ese olor dulzón que se esparcía por toda la estancia cuando llenaba la garrafita que llevábamos. Pasaron los años y tanto las bodegas de venta a granel como los vinos singulares de la zona fueron desapareciendo, unas para ser sustituidas por sofisticadas cafeterías y los otros desplazados por un cultivo masivo y casi industrial de lechugas y hortalizas con nombres impronunciables, destinadas a ser consumidas en el norte de Europa. Mi profesión me alejó de mi tierra y el tiempo me hizo conocer otros vinos y otras culturas en las que una viña era algo más que una simple planta.
Sabía que ciertas fincas todavía vendían in situ algo de vino del año y poco más, pero cuál fue mi sorpresa cuando hace unos años descubrí que alguien había tenido la suficiente entereza para no sólo resistir la tentación de sucumbir a la cruel verdura, sino mantener e incluso plantar nuevos viñedos y querer incluir sus vinos en una Indicación geográfica controlada, a la que se le ha puesto el sugerente nombre de “vino de la tierra del Campo de Cartagena”.
Esta es la manera correcta de empezar a recuperar algo muy nuestro. Recuerdo a quien piense que estamos ante una moda pasajera, que denominaciones de origen muy importantes y con gran renombre comenzaron también desde el escalón más bajo en la jerarquía normativa y que aunque lo parezca, no están ahí desde que el mundo es mundo (Ribera del Duero obtuvo la denominación hace 28 años).
El ámbito territorial de esta Indicación Geográfica abarca los términos municipales de Cartagena, la Unión, Fuente Álamo y Torre Pacheco, teniendo en común una orografía llana y un suelo fértil, con influencia marítima muy acusada y un clima extremadamente caluroso con inviernos muy suaves. Estas condiciones, a priori no auguran nada bueno a un vino que provenga de allí, ya que de todos es sabido que la calidad busca suelos inhóspitos y a ser posible pedregosos donde no pueda crecer otra cosa y unas estaciones climáticas muy marcadas, con un diferencial de temperatura muy acusado entre invierno y verano, además de una altitud media de cómo poco 600 metros.
Si esto es así y siempre se cumple la norma, ¿qué ocurre aquí?, ¿cómo se puede elaborar un vino de calidad en unas condiciones tan desfavorables?. El porqué no lo voy a descubrir yo ahora pero el milagro ocurre y se repite año tras año en el Campo de Cartagena.
Como todo en la vida no va a ser bueno, la normativa de 2003 le autorizó muy a mi pesar, una enorme y desproporcionada cantidad de variedades de uva, la mayoría de las cuales ni siquiera son originarias de España, que puede hacer peligrar la supervivencia de las castas autóctonas y tradicionales como la merseguera, la moscatel y la monastrell, que sabemos que van a dar la talla en este hábitat tan especial y que bien cultivadas son capaces de producir verdaderas obras de arte (que le pregunten a Gutiérrez de la Vega o a Pepe Mendoza). Espero que el tiempo ponga a cada uva en su sitio y el cambio climático acabe con ciertas aberraciones como plantar variedades centroeuropeas en el Mar Menor.
La bodega artífice de este resurgir se llama Bodegas Serrano, sita en la pedanía cartagenera de Pozo Estrecho (donde sacan el agua con un dedal) y está regentada por Manuel Martínez Meroño, a quien este embrión de D.O. debe su existencia y su futuro, ya que por el momento ninguna otra bodega se ha unido al carro. Esperemos que cunda el ejemplo y no acabe como vino de pago.Este viticultor, al que sin conocerlo personalmente admiro y le agradezco su labor como buen cartagenero enamorado del vino y su historia, ha comenzado a innovar y a crear vinos dulces, tanto blancos como tintos, semisecos, secos y espumosos, por lo que sus 14 hectáreas están pobladas por uvas tan dispares como meseguera, chardonnay, malvasía, macabeo, cabernet sauvignon, monastrell, tempranillo, sirah, merlot y moscatel de grano menudo. Todo un jardín experimental en que, me reitero, espero que a la larga se haga valer la selección natural.
Son de destacar sus vinos semisecos y sus espumosos con la chardonnay más sureña de Europa, así como algún tinto dulce de sirah. Echo un poco en falta los blancos secos y maderizados de mi niñez, pero sé que se siguen haciendo y vendiendo a granel fuera de “denominación”.
Antes de pasar a la cata, destacar que la Universidad Politécnica de Cartagena lleva unos 4 años elaborando vinos de forma experimental con las variedades merseguera y monastrell (menos mal), cedidas por viticultores del campo de Cartagena. Su Escuela Superior de Ingeniería Agrónoma posee un viñedo en la estación experimental agroalimentaria situada en una finca cedida por la fundación Tomás Ferro, que pronto será vinificable y donde puede que se vea la puerta abierta al futuro que los vinos de la zona necesitan.
Uvas reguladas en la I.G. “Vino de la tierra del Campo de Cartagena”:
Variedades blancas:
Recomendadas: Airén, Merseguera, Moscatel de Alejandría, Pedro Ximénez, Verdil y Macabeo.
Autorizadas: Chardonnay, Malvasía, Moravia dulce, Moscatel de Grano Menudo y Sauvignon Blanc.
Variedades tintas:
Recomendadas: Garnacha Tinta, Monastrell y Tempranillo
Autorizadas: Bonicaire, Forcallat Tinta, Petit Verdot, Tempranillo, Garnacha Tintorera, Crujidera, Merlot, Syrah y Cabernet Sauvignon.
CATA
Veamos algunos de los cuatro vinos que pude encontrar de la bodega Serrano en una vinoteca de Cartagena. Por desgracia no son fáciles de encontrar, imagino debido a su corta producción (desafortunadamente el tinto seco salió defectuoso y hubo que devolver las dos botellas que se iban a catar):
VIÑA GALTEA blanco seco Macabeo 2.008. 75 cl. 12%
Vista Limpio y brillante, de color amarillo paja-dorado con destellos virando a oro viejo.
Nariz Poco intensa, con notas de pasa y unos lácticos demasiado intensos. Al oxigenar aparecen levaduras y notas evolutivas con un trasfondo de lías. Al reposar da notas salinas (salmuera).
Boca Entrada algo amable y muy ácida, con un paso amplio y glicérico, dando paso a un centro de boca muy frutal con predominio de manzana madura y melocotón pasado. Posgusto medio con unos amargores muy sanos y una acidez mantenida hasta el final.
Conclusión: Un vino muy complejo, con buena estructura, acidez presente y algunas pegas de evolución prematura quizá debidas una mala conservación en tienda. Maridaje con pescado blanco al horno, risotto de marisco o ensalada de pollo. Temperatura de consumo 8ºC. Consumir en el año a ser posible. Precio alrededor de 3 €.
VIÑA GALTEA blanco semiseco Moscatel 2.008. 75 cl. 12%
Vista limpio y brillante con un color amarillo pajizo y matices verdosos alimonados.
Nariz Poco intensa pero muy de moscatel, con dátiles, orejones, membrillo dulce y flores blancas (jazmín y azucena). Oxigenando la copa aparecen notas de fruta blanca de hueso y melón. Ni rastro de lías ni notas evolutivas.
Boca Entrada amable y poco ácida, con un paso muy amplio y sedoso, dando paso a un centro de boca muy frutal donde vuelve a aparecer el melón y pera verde. Extraño sabor a geranio nada agradable. Posgusto largo con amargores excesivos y prolongados. Hollejo de uva madura y miel de azahar.
Conclusión: Vino bastante típico de moscatel con pocas florituras aparte de haber sabido detener la fermentación en su momento justo. Correcto y con una facilidad de beber y un diseño muy atrevido (botella Rhin azul y tapón sintético azul marino, presentando una etiqueta innovadora con un cuadro de E.Carretero) que le puede abrir muchas puertas en el nuevo mercado del vino mediterráneo fresco y facilón. No olvidemos que hablamos de un vino de menos de 4 €. Lo tomaría como aperitivo o acompañando algunos entrantes donde el foie y la fruta estuviesen presentes (jamón con melón, delicias de Elche). No conservar la botella más de una año (al menos llena). Temperatura de consumo: 6ºC.
VIÑA GALTEA blanco semidulce Moscatel y malvasía 2.008. 50 cl. 10,5%
Vista limpio y brillante con un color amarillo oro muy acusado y matices ambarinos.
Nariz Intensa a pasas, dátiles, orejones, miel y otra vez melón maduro (¿será el terreno?). Flores blancas (jazmín y azahar). Oxigenando la copa aparecen notas de fruta escarchada y un ligero arrope. Algunas notas evolutivas.
Boca Entrada amable y a la par ácida, con cierto peso en boca y un paso oleosos y agradable al paladar pese a su carga ácida. Centro de boca con predominio de mieles blancas y algo de rosa marchita. Posgusto largo sin amargores presentes, adoleciendo de acidez.
Conclusión: Vino dulce (semi, según su creador), ideado para postres ligeros con frutas, cremas pasteleras y algún hojaldre sin exceso de horno. Ideal con dulces típicos de la zona como cordial de almendra y pastel de boniato. Un vino de menos de 6 €. Que puede permanecer en botella un par de añitos más antes de evolucionar a peor. Temperatura de consumo: 10ºC.
Empresa: Bodegas Serrano.
Localización: Finca La Cabaña, Pozo Estrecho. Cartagena (Murcia).
Bodeguero: Manuel Martínez Meroño.
Datos cosecha 2009: 80.000 kilos. 40.000 botellas.
Tel: 968 55 62 98
Web: www.bodegaserrano.com
Email:vinos@bodegaserrano.com
donde puedo encontrar el "Dorado de los Sanchez", vivo en Valencia y no se donde dirigirme ni en tiendas ni en la web...muchas gracias
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